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domingo, 17 de abril de 2011

Shirotenshi: Forgotten memories without you~Cap. 2

La ciudad que nunca dormía, Phantom City.

El dios de los muertos se alzaba melancólico sobre los edificios que convivían sin saberlo entre la realidad y el mundo fantasmal, miraba sin cesar el ajetreo de las personas ir y venir, la quietud de los espíritus invisibles al ojo humano, la falta de sentido que tenía la vida para él, las ganas de que todo su dolor desapareciera, todo eso es lo que él veía en ese vacío inmenso. A su espalda surgió una figura conocida para él cubierto del misticismo que solo le podían ofrecer las sombras, ese aire misterioso que solamente él era capaz de emanar.

-Veo que al fin llegas, Mr.Night.

-Siento mucho la espera, tenía asuntos que resolver.-le respondió el recién llegado.-Traje lo que me pediste, sigo esperando que me recompenses por perder la maleta.

-No te desesperes, todo a su debido tiempo. Aún no me lo has contado todo, ¿verdad?

Hubo un breve instante de silencio entre los dos, dándole todas las explicaciones necesarias al Dios de los muertos.

-Me lo imaginaba, ¿crees que ya va siendo hora de dejarme caer por la ciudad?

-Deletier te echa de menos, mejor dicho, todos. Además, la situación está muy tensa, lo mejor será que bajes o es posible que se nos escape algo de las manos.

-Entiendo...

Tras esa última palabra, el extraño aparecido desapareció entre las sombras y su acompañante se dejó caer sobre la inmensidad de la urbe, alzando los brazos como si quisiera abrazar su frialdad y contenerla contra su pecho. Una silueta negra con unas bellas alas del mismo color no tardó en alzarse frente a la luna para surcar los cielos de un lugar lleno de gente ajena a lo que estaría a punto de ocurrir.

Two brothers~Two loops of lies


Deletier se pasó días enteros buscando con la mirada a aquel extraño desconocido cada vez que salía a la calle, pero no hubo resultado alguno. Cualquier rastro que dejase se había esfumado por completo, como si no quisiera que nadie lo viera de nuevo cual fantasma. Él estaba desesperado, quería saber quién era, reconocer en su voz a alguien familiar, saber su nombre nada más verle la cara y poder hablarle con más cercanía. En uno de sus viajes por las bulliciosas avenidas iba tan distraído que ni se percató de una chica de cabello castaño oscuro y ojos verdes que cargaba un gran ramo de flores en las manos y que justamente se dirigía hacia él con una gran sonrisa llena de calidez y ternura. El impacto fue inminente, ella soltó una leve expresión de sorpresa y él se apresuró a cogerla para que no cayese al suelo, quedando los dos en una posición más propia de un baile con él sujetándola de un brazo y de la cintura y ella observándole directamente a los ojos, que a un encuentro casual.

-¿Esme?-preguntó el albino mientras ladeaba la cabeza en actitud inocente.

Esme era una chica agradable, tierna y muy cariñosa, todos la querían por ese gran corazón y esa bondad que la caracterizaban. Nunca le haría daño a nadie, antes prefería ser dañada que hacer tal cosa y eso era algo que Deletier admiraba de ella, esa forma de ser que daba de todo sin obtener nada a cambio, gratitud y calidez a cambio de nada. Ella era una buena amiga de Marai y estuvo como voluntaria en el hospital cuando él perdió la memoria, Esme lo cuidó con todo el cuidado que le daría una madre a su hijo y fueron esos cuidados los que le levantaron el ánimo y le ayudaron a seguir adelante con su recuperación. Podría decirse que lo cautivó con ese cariño incondicional que el joven no parecía recordar, como si nunca le hubieran tratado así. La chica se colgó del cuello del peliblanco a modo de abrazo mientras él la abrazaba y le daba vueltecitas con gran emoción por encontrarla.

-¡Esme! ¡Me alegro mucho de verte!

-Yo también me alegro Dele-kun, siempre es un placer encontrarse contigo.-le saludó la mencionada mientras le acariciaba el rostro al muchacho.-Veo que no soy la única de comprar por aquí.

El rostro de Deletier se ruborizó levemente, lo intentó disimular con una amplia sonrisa a la que Esme correspondió con otra más tímida y su rostro también algo sonrojado. Estuvieron hablando un rato largo, no de algo en especial, pero con gran alegría y distracción en cosas banales de las que a nadie le interesaría hablar. No tardaron en pensar que sería una buena idea visitar a Marai en el bar donde trabajaba como camarera, al fin y al cabo, a la chica le vendría bien algo de compañía de las dos únicas personas importantes que le quedaban. Se pusieron en marcha, serpenteando entre la gente ajenos a las miradas que los examinaban de arriba a abajo desde la lejanía y concentrados en escudriñar en su apariencia para encontrar rasgos de su personalidad que los hicieran débiles. Pero nada de eso les impidió seguir con su ruta hasta un localcito oculto entre los suburbios llenos de cloacas apestosas y sucios callejones, mezclados con tiendas de tabaco solitarias y clubes con luces de neón ahora apagadas donde los dueños barrian trozos de cristales rotos, colillas de tabaco, algún envoltorio plástico de preservativos y quien sabe qué más basura habría allí a aquellas horas. El local era discreto, con un humilde cartel negro algo desgastado que dejaba ver un ya casi oxidado fondo metálico que borraba parte del nombre "Bloody Dolly". Una puerta grisácea algo atascada les esperaba, la atravesaron para adentrarse en un mar de humo de tabaco y olor a alcohol, lo que provocó que se llevaran la mano a la cara para taparse la nariz. El lugar no era gran cosa, era un local alargado con suelo de madera y paredes de color rojo, iluminado por una ténue luz amarillenta colgada del techo y decorado por alguna que otra planta y un póster de un grupo de rock de los años 80. Una larga barra de madera marrón y rojiza se estendía a lo largo de todo el bar y delante suya estaban unas mesas del mismo material en la que unos hombres dormían -con cierto acompañamiento sonoro, roncaban como animales enloquecidos en mitad de una cacería en la selva- y al fondo de todo, estaban las puertas de los servicios y la de una diminuta cocina.

La dueña del bar era una mujer fuerte, robusta, de semblante serio y que siempre observaba todo al detalle, tenía que estar alerta por si alguno de los borrachos se pasaba de la raya con sus camareras a las que quería como si fueran sus propias hijas. Tenía el cabello negro y siempre vestía de verde, nunca nadie entendió porqué y le atribuyeron a que le gustaría mucho aquel color, a pesar de estar siempre pendiente de todo el mundo, nadie sabía nada de ella. En aquel momento se encontraba tras la barra, limpiando un vaso de whisky con mirada serena y un cigarrillo en la boca. Miró a la pareja recién llegada por el rabillo del ojo y escupió una bocanada de humo antes de hablar con voz ronca.

-Marai-chan, tienes visita querida.

La muchacha salió de la cocina cargando su uniforme de camarera y el cabello negro recogido en dos trencitas, se acercó corriendo a Esme y a Deletier para recibirlos a ambos con un cálido abrazo, los miró y les preguntó que hacían allí. La jefa le concedió un rato de descanso para que hablara con sus amigos, no había una gran clientela y eso no suponía ningún problema. Deletier sintió como un nuevo cliente entraba en el bar y lo miró por el rabillo del ojo, sorprendiéndose al hacerse una idea de quien se trataba. Resultaba irónico que aquel individuo llamado Dante apareciese en el momento que no le buscase, justamente allí, en ese bar. Notó como este se esforzaba por pasar desapercibido a la atención del albino a pesar de que realmente ya lo hubiera visto, lo que le hizo soltar una risita. De pronto, uno de los clientes taciturnos se levantó enérgico de la barra y empezó a gritarle al aire para que una camarera le atendiese. Marai se levantó rápidamente para pedirle amablemente que bajara la voz y que intentara tranquilizarse, pero el hombre no atendía a razones y lo primero que le dijo a la morena fue un "cállate la boca o recibirás la ostia de tu vida". La jefa no tardó en actuar, pidiéndole ya con enfado a aquel borracho que se fuera o que llamaría a la policía, pero él insistía e insistía hasta que en medio de sus quejas y berrinches agarró a Marai de la cintura con gran brutalidad e intención de besarla, bajó las manos todo lo que pudo mientras ella se resistía. La muchacha le dió un rodillazo en la entrepierna, consiguiendo que la soltara, el albino estuvo a punto de sacar sus pistolas por atreverse a tocarla pero Esme le cogió la mano a tiempo para evitarlo.

Marai, con gran habilidad, agarró la mano del acosador y lo colocó a su espalda para elevarlo y lanzarlo al suelo con una habilidosa llave, después le retorció el brazo contra la espalda y luego el otro, dejándolo completamente inmovilizado. Todos se quedaron atónitos, nunca se harían imaginado que aquella muchacha siempre tan frágil y delicada pudiera tener tanta fuerza. Esme se acercó hasta su amiga para ver si estaba bien, Marai simplemente rió. En el fondo, el peliblanco sabía que Marai se había hecho más fuerte desde que Edelier no estaba, lo necesitaba, ella siempre dependió mucho de él y ahora que se había ido tenía que valerse por sí misma. Notó que alguien se movía por el lugar, Dante se marchaba. Se disculpó con las otras dos chicas y salió del local para seguirle, había "algo" en su cabeza que le decía que tenía que hablar urgentemente con él. Lo alcanzó rápidamente y le agarró del brazo, arrastrándole hasta detrás del local y acorralándolo contra una pared, tirando sin querer algunos tablones de madera viejos y un montón de cajas apiladas. Podía ver a través de las gafas de sol que se había puesto al salir como le miraba con unos ojos morados llenos de una mezcla de incredulidad y molestia, seguramente por tenerlo en esa posición.

-¿Qué quieres ahora, stalker?-preguntó de golpe con tono enfadado.

-Esta vez no escaparás, estuve buscándote y ahora que me había dado por vencido apareces, ¿estás jugando al escondite o qué? ¡Porque no es justo, Dante-san!

-Qué divertido... ahora me buscas, después de tantos años. Para que te enteres, no me interesa si quieres jugar a esas cosas con tu edad, yo voy por libre, no sigo a nadie.

El albino abrió sus ojos violeta ante aquellas palabras, la sorpresa podía verse dibujada en su rostro.

-Tú... ¿sabes algo de mí?




"Uhm... se está fresco... ¿dónde estoy?"

El moreno abrió los ojos lentamente, temeroso de encontrarse otra vez con la imagen desoladora que había debajo del puente donde abrió los ojos por primera vez tras convertirse en un caminante olvidado. Divisó una difusa silueta dorada, a primera vista pensó que se trataba de una simple mancha por culpa de la luz pero poco a poco fue tomando forma de una silueta...

-¿Un lingote de oro...?-murmuró, sentía los labios pegados por culpa de la sequedad de la boca que tenía encima.

-Yo no soy un lingote de oro, soy Suzume.-respondió la borrosa silueta antes de lanzarse a abrazar a Less como si fuera un peluche.

No tuvo tiempo de reaccionar, ahora podía distinguirla perfectamente. Era una chica de 16 años, rubia, de cabello largo y liso, sus ojos eran azules, muy claros, le parecieron bastante bonitos aunque eso le hiciera ver como un lolicon o eso pensaba él. Algo perplejo pestañeó varias veces, aún no entendía la situación en la que estaba y se sentía aturdido, vio acercarse a alguien hasta ellos y este colocaba una mano sobre la cabeza de la chica que decía llamarse Suzume, acariciándole la cabeza con cariño.

-Suzu-chan, no lo molestes que aún se debe encontrar mal.

Less levantó la vista, esa voz... le resultaba familiar. Abrió los ojos como platos, sintiendose como si la sangre dejara de fluir por su cuerpo en un solo segundo. Se notaba que habían pasado años desde "aquella noche", en el fondo su reloj biológico le decía que para él los años también habían pasado y se preguntaba si estaría enfadado con él por desaparecer así, como si nada, por haberle causado seguramente muchas molestias. Sus ojos se aguaron y no tardó en sentir el frío tacto de las lágrimas por sus cálidas mejillas, su cuerpo comenzó a moverse por si solo alzando los brazos hacia el rubio y lanzándose para abrazarle mientras ocultaba la cara sobre su pecho. Por primera vez, agradeció haber nacido con el "don" que solo tienen los mestizos de ángeles y humanos de relacionar olores con las almas de las personas. Ese olor dulce lo reconfortaba bastante, sintió como la calidez del otro lo calmaba poco a poco mientras este correspondía a su abrazo.

-Sai-kun... me alegra...volver a verte...

Tanta fue la calma que el moreno no tardó que quedarse dormido otra vez, sucumbiendo a la tranquilidad y a los efectos de la fiebre que aún azotaba su cuerpo desde que lo había encontrado.




Deletier clavó sus ojos sobre los de Dante y este sobre los de él, se quedaron en silencio después de las últimas palabras del albino. El moreno no tardó en esquivar la mirada volteando el rostro, el otro se apartó un poco para dejar un poco de separación entre ambos y esperó alguna respuesta por parte del otro, pero solo hubo silencio. Bajó la cabeza, la desesperación por saber quién era realmente lo estaba obligando a actuar de esa manera con alguien que seguramente no supiera gran cosa, sí, solo podían ser imaginaciones suyas y Danto no supiese nada de nada. Finalmente, el otro dio un suspiro y se resignó a responderle antes de que aquel silencio tan incómodo perdurase más.

-¿Cómo no voy a saber de ti, lerdo?-le dijo dándole un golpecito en la frente. Se quitó las gafas de sol y lo miró fijamente, con aire fastidioso.-No sabía que tuvieras tan mala memoria.

Deletier se sobó la frente y le dedicó una mirada llena de sorpresa, aunque no duró mucho. Volvió a su semblante triste en un abrir y cerrar de ojos, ¿cómo reaccionaría ahora si supiera que había perdido la memoria? ¿Se enfadaría? ¿Estaría triste? ¿No le creería y se echaría a reír? Tenía la sensación de conocerle de antes y si esto era cierto, la reacción más normal sería la primera o la segunda... El miedo comenzó a reconcomerle por dentro, pudo sentir el sudor frío resbalándole por la nuca y el ligero temblor de sus hombros.

-Es que... yo... hace diez años, perdí la memoria...-murmuró tan bajo que era difícil escucharle.

-¿Qué?-la cara de Dante había cambiado de golpe a una más sombría y seria, se podría decir que incluso daba hasta miedo.-Entonces, te has olvidado de mí...

El albino levantó levemente la cabeza dejando escapar un "¿eh?" que quedó ahogado en el aire cuando Dante lo apartó bruscacemente y se dirigía hacia la calle, dispuesto a marcharse. Le agarró el brazo en un intento de retenerle pero él se zafó del agarre con tosquedad, como si la sensación de tenerle cerca le produjera arcadas. Deletier lo llamó una, dos, tres veces, esperando que a la tercera se dignase a voltear la cara para dedicarle una mirada, de rabia o de odio, le daba igual, pero que no se fuera. Ya a la cuarta llamada el moreno pareció irritarse, con la agilidad y el garbo de un sigiloso gato se giró y se colocó lo suficientemente cerca del albino como para que este pudiera sentir su aliento y su respiración, tenía los dedos de este alrededor de su cuerpo presionándolo contra la pared y cortándole el aire.

-¡Déjame en paz!-le gruñó este, ejerciendo más presión sobre el cuello de Deletier.

Se oyeron pasos apresurados, el moreno soltó al otro dispuesto a salir corriendo antes de que le vieran pero al girar sintió un fuerte golpe en toda la cara que lo tiró bruscamente al suelo, sintió el duro y crudo tacto del cemento contra su mejilla que le ardía como si le hubiesen prendido fuego.



-Eso te pasa por molestar a Dele, ¡stalker!-le espetó Marai a Dante mientras abrazaba al mencionado como si estuviera protegiendo a un niño pequeño.

-No le estaba molestando, ÉL era el que me molestaba. Ahí donde le veis es el verdadero acosador.

El chico tenía una bolsa de hielo en la mejilla donde Marai le había propinado una patada para apartarle de Deletier, quien contemplaba como la morena le reñía al otro con cierta preocupación. No quería que se pusieran a discutir en mitad del local, si alguno de los dos se enfadaba temía que pudiera ocurrir algo malo. Esme se acercó a él y le preguntó por lo bajo si se encontraba bien, podía notar la preocupación en su voz, le respondió que sí intentando sonar tranquilo y le cogió las manos para que dejara de sentirse así, ella simplemente se sonrojó y una sonrisa se dibujó en su rostro. Se volvió para mirar otra vez a Marai y a Dante, haciéndole un gesto a la chica para que les dejara solos. Esta asintió y se levantó de la silla donde estaba sentada y se fue con Esme a otra mesa, un poco apartada de la que estaban los otros dos. Ambos se miraron durante un par de segundos, hasta que Dante volteó la cara y se sentó de lado para no tener que mirarle directamente.

-Yo...-empezó a hablar Deletier, hasta que fue interrumpido bruscamente por el moreno.

-No me interesa lo que tengas que decirme, no quiero oirte.

El albino bajó la cabeza y se mordió el labio inferior con fuerza.

-No fue culpa mía que me olvidara de todo...

-¿¡Y de quién va a ser culpa!? ¡Es tu cabeza, idiota! Si te olvidas de alguien la culpa es solo tuya...-casi le gritó el otro mientras con un fuerte ruido se apoyaba con las manos en la mesa y se levantaba del asiento, Deletier retrocedió ante esa reacción. Enseguida percibió que había asustado al albino y volvió a sentarse, un poco más calmado. Prosiguió, esta vez no enfadado ni resentido, más bien dolido.-Estuve esperándote mucho tiempo... me quedé solo y seguí esperándote... pero no viniste... ahora ya sé porqué.

-¡N-no es lo que crees! No me olvidé de ti porque quisiera...

Procedió a apartarse parte del flequillo para dejar a la vista una fea cicatriz en un lado de la frente, fácilmente podría adivinarse que era una herida de bala. La expresion en la cara de Dante era todo un poema, una mezcla de sorpresa y crispación completamente armónica. Volvió a levantarse, esta vez no tan brusca como antes, y acercó su mano a la mejilla del albino, ascendiendo hasta donde se hayaba la cicatriz, el contraste de lo fría que estaba su mano en aquel momento y la calidez de su cuerpo hizo que un pequeño escalofrío recorriera el cuerpo del chico.

-¿Quién te hizo esto...?

-Ese es el problema... no lo sé.-masculló Deletier con cierta tristeza.-Esa noche alguien me disparó y me partió los dedos uno por uno... no recuerdo quién fue... pero todos desaparecieron en aquel momento... tengo miedo de saber quién fue pero también hay una parte de mí que quiere saberlo... Encima, mis hermanos desaparecieron de la faz de la Tierra esa misma noche y nadie me dijo nada sobre tí... por eso... lo siento... lo siento...

Lágrimas comenzaron a brotar a chorros de sus ojos violetas mientras no dejaba de murmurar "lo siento", se llevó las manos a los ojos como suelen hacer los niños pequeños que se intentan secar las lágrimas con ayuda del dorso del dedo índice. Dante rodeó la mesa para ir hasta su lado y lo rodeó con los brazos pegándose a él, se sentía cálido, pensó Deletier mientras correspondía el abrazo del otro. Pudo oír como el otro murmuraba por lo bajo un "al menos has vuelto, eso es algo", intentó serenarse y ocultó el rostro en el hombro de su amigo.

-Yo también me alegro de volver a verte...-masculló Deletier de forma que sólo el otro pudo oírle.


When you call me
ring the bell that calls the angels
our souls will meet
in the place where the demons come.
We'll meet again
in your sleep without end.