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domingo, 30 de octubre de 2011

Shirotenshi: Forgotten memories without you~Cap.4

-Ya estoy aquí... ¿Tsuki?

Lunrey se quedó extrañado al no descubrir al peliblanco justo en el lugar acordado. Después de todo el camino que tuvo que hacer para poder llegar hasta allí con prisas y domases, él llegaba tarde, pero no tardó en darse cuenta que no era así. Se fijó que allí estaban sus cosas, bajo el gran árbol tres libros apilados en una pequeña montaña, dos más desperdigados por el suelo, su abrigo y un pequeño bolso viejo y desgastado. Se sentó en el suelo y comenzó a curiosear el título de los volúmenes que se había dejado el albino allí olvidados, topándose con que algunos no poseían título en la portada y que estaban escritos a mano en el interior.

Entre esos cinco, uno llamó su atención sobre los demás. 

Era pequeño y fino, de tapa dura y de color beige, estaba gastada y tenía marcas de rozaduras y de dedos. Las hojas del interior estaban amarillentas y incluso algunas estaban rotas. La letra era irregular, la caligrafía cambiaba aleatoriamente, unas veces era casi perfecta y otras era caótica, como si el autor no tuviera tiempo de relatar los hechos. Pasaba las páginas dándoles una leve ojeada por encima, una tras otra hasta que una le hizo parar en seco. Tsukisoice. ¿Qué hacía su nombre en el libro? Quizás lo había sacado de algún personaje de ficción, quién sabe, aquel tipo tan peculiar se veía capaz de todo. Retrocedió unas cuantas páginas más atrás y vio que el fenómeno se repetía. Tsukisoice esto, Tsukisoice lo otro. Y lo más gracioso de todo, es que la letra era la del propio Tsuki. ¿Su ego había llegado a tal extremo de ser el protagonista de un relato inventado por él mismo? Sin darse cuenta, entre unas y otras cosas, acabó leyendo la historia allí grabada desde el principio, la curiosidad comenzó a picar en su cabeza y no tardó en atender a su llamada, sin saber lo que se encontraría en su interior.

Four reasons~Four different paths to follow

 Esta historia tuvo lugar hace muchos años atrás, tantos que ya nadie lo recuerda. Al fin y al cabo, ¿qué son los años, sino un conjunto de números asociados al paso del tiempo, que nos empeñamos en medir para saber cuan larga y tortuosa ha sido nuestra existencia? Fechas, números, horas, todo eso puede olvidarse. Los hechos, también. Si no hay alguien que los escriba, no habrá nadie que los recuerde, pues las palabras van guardadas en la boca de quien las transmite y mueren con él llegada la hora final. Es por eso que decidí dejarla aquí grabada, para que todos puedan conocerla en un futuro y a su vez para olvidarla, para deshacerme de estos recuerdos que me atormentan y que me arrastran por la espalda a una caía infinita al vacío. Para poder contarla como debería ser, habrá que empezar por un comienzo todavía más remoto que el comienzo verdadero de este relato, una época ya tan lejana que es bastante difícil recrear lo más realista posible cómo sucedieron los verdaderos hechos, pero aún así, se hará lo posible por relatarlo todo paso a paso.

Era conocido en un pequeño pueblo una antigua leyenda, un cuento de viejas para unos y una verdad para otros. Esta decía que el mundo estaba formado por tres reinos, donde cada ser tenía a su otro "yo" tanto en uno como en el otro, manteniendo así el equilibrio. Para que esto pudiera ser así, tenía que haber una pieza, un engranaje que ajustara a los tres para que no entraran en caos al encontrarse, y es así como nació el Dios del equilibrio. Contaban las malas lenguas que ese Dios nunca podría ser eterno y que, pasado el tiempo, envejecería y necesitaría de un sucesor o todo el mundo caería en el caos. En ese día, nacerían dos niños de diferentes madres, cuyas almas estarían destinadas a unirse como el bien y el mal. Los monjes de la aldea trataban de sacarles de la cabeza a los jóvenes todas esas historias fantasiosas para que se concentraran en lo que era de verdadera importancia. Y fueron estos mismos monjes los que una noche se encontraron en las puertas del templo el cuerpo sin vida de una mujer, en cuyos brazos reposaba el pequeño y delicado cuerpo de un bebé, envuelto en una tela sucia y harapienta mientras lloraba desconsolado ante el frío que le azotaba fuertemente. El monje superior se acercó a la madre, reconociendo el rostro al instante. Aquella chica era conocida en todo el lugar como una persona amable y alegre, verla en esa situación hizo que el alma se le callera a los pies. Sin dudarlo ni un segundo, cogió a la criatura en brazos, meciéndolo poco a poco para que dejase de llorar y lo llevó junto al resto de monjes a un lugar donde entrara en calor. Al día siguiente, el cuerpo de la mujer fue enterrado, asistiendo todo el mundo al funeral. Era sabido que no tenía familia viva y que su marido hacía dos meses que había fallecido en una guerra. El pequeño quedaba solo, y nadie en el pueblo parecía estar dispuesto a acogerle. El monje superior dio por hecho que si nadie lo haría, él mismo lo criaría como si fuera su propio hijo, decidió ponerle de nombre Chika y le prestó su apellido. El pequeño creció en el templo, criado por todos como si fuera el hijo del pueblo, era feliz allí y sentía que todos eran su verdadera familia, suplantando el vacío que habían dejado la muerte de sus padres.

Pero el destino ya tenía preparado algo para él.

Fue cuando apenas tenía siete años, un niño de cabello castaño y ojos ambarinos apareció en el pueblo, completamente herido y agotado tras una exhaustiva carrera por el bosque. Entre varios lo llevaron a una casa y allí lo curaron, dejando que descansara un poco para después preguntarle los detalles que lo llevaron hasta aquel lugar. La curiosidad comenzaba a roer en la cabeza del pequeño Chika y no tardó en aparecerse por la casa para conocer al recién llegado. Acompañado de la hija de una sacerdotisa que se alojó en la aldea unos años después de que los monjes lo encontrasen, se acercaron hasta allí y observaron como unos adultos le interrogaban. Le preguntaban sobre cualquier cosa, pero el menor se negaba a responderles. Dando por hecho que no sacarían nada de él, lo dejaron pasar y decidieron que lo intentarían de nuevo en otro momento, los pequeños se quedaron a solas con él. Les miró con desconfianza, escrutando con la mirada cada rasgo de su rostro, cada detalle de su vestimenta y cada gesto, por pequeño que fuera, que hacían. Chika se acercó a él y junto a la pequeña, se sentó sobre la cama para mirarle mejor.

-Hola.-saludó con algo de timidez, pero sin perder su sonrisa amable.

El otro no respondió. La pequeña se acercó al oído de Chika, murmurándole algo, el chico no tardó en asentir.

-Yo me llamo Chika, ella es Isana.-intentó de nuevo entablar conversación con el otro, sin ningún resultado novedoso.-Tienes unos ojos muy bonitos

El otro simplemente abrió más los ojos, Chika e Isana intercambiaron miradas con nerviosismo. De pronto, comenzó a reírse, los otros dos quedaron perplejos.

-Cómo le digas eso a todos los chicos que conozcas pensaran mal de tí.-habló al fin el moreno.

El rostro de Chika enrojeció completamente y volteó el rostro, haciendo pucheros infantiles. Isana rió por lo bajo, tapándose la boca con la mano para que no se le notara tanto.

-¡No se lo digo a todos los chicos que me encuentro por ahí! Además, ha sido idea de Isana... ¡no mía!

Los tres no tardaron en echarse a reír, fue ahí donde se estableció el vínculo que cambiaría el destino de Chika para el resto de su vida.

Los años pasaron raudos y veloces, los tres crecieron juntos, inseparables. Eran como hermanos pero sin lazos de sangre u otro que no fuera el que ellos mismos crearon. Through, que así se llamaba el tercero, crecía rápidamente, convirtiéndose en un muchacho de 10 años al que le encantaba meterse en líos. Sin poder evitarlo, los otros dos siempre acababan metidos en las travesuras del otro pero nunca se quejaron por eso, es más, se divertían con él aunque después de todo les regañasen. Aún así, toda esta amistad que había entre los tres fue a más.

Una noche, Chika se despertó al escuchar como lo llamaban desde el exterior. Distinguió a Through por su cabello castaño y sus ojos ambarinos entre los árboles y salió a su encuentro. Sin muchas explicaciones, el otro le agarró de la mano y lo fue conduciendo entre la vegetación, por mucho que le intentara preguntar hacia dónde le llevaba este sólo se dedicaba a conducirlo hacia delante. Después de mucho correr, llegaron hasta un pequeño claro cerca de un arroyo que pasaba al lado de la aldea, la hierba era fina y suave y casi no había rocas, el cielo podía verse claramente y las estrellas se reflejaban junto a la luna sobre las tranquilas aguas. Como era verano, las luciérnagas salieron a danzar entre la oscuridad con sus hermosos trajes de luz y los grillos cantaban su hermosa melodía con gran harmonía y una perfecta sincronización. No pudo evitar soltar una pequeña exclamación y rápidamente miró a su amigo, que le sonrió antes de tirar de su brazo para llevarlo hasta el centro del claro. No tardaron en estar tumbados en el suelo, contemplando la inmensidad del cielo nocturno.

-¿Por que me has traído hasta aquí?

-Quería enseñarte este lugar, lo descubrí hace poco y vengo casi todas las noches. La verdad es que me gusta mucho...

-Deberías haber traído también a Isana, seguro que le hubiese gustado...

-No.-respondió cortante y muy serio, esa reacción llamó la atención de Chika.

Sintió un tacto cálido sobre su mano, aferrándose a la suya con fuerza estaba la de Through. No le importó, eran amigos al fin y al cabo, aquello no parecía un gesto del otro mundo. Volvió su mirada al cielo de nuevo, eran tantas estrellas que contarlas era imposible, pensó.

-Dicen que cada una de ellas es el alma de uno de los nuestros que ha muerto en el pasado.-dijo de pronto Through, también con los ojos clavados en el firmamento.

-Entonces han muerto muchos seres queridos... ¿no?

-Padres, madres, hermanos, tíos, abuelos, amigos, vecinos, enemigos, desconocidos... todos tienen que morir algún día, ¿verdad?

-Cierto... Through, no mueras muy pronto por favor.

Agarró con más fuerza la mano del moreno, que cerró los ojos y esbozó una sonrisa respondiéndole solamente con un "no lo haré" que se perdió entre el canto de los grillos y el recorrido sereno del agua. Poco a poco, Chika fue quedándose profundamente dormido.

Después de aquello, Chika notó un cierto cambio en la actitud de Through. Era más duro con Isana, con la cual siempre solía ser muy atento y cariñoso, se dedicaba a sobreproteger a Chika, incluso haciéndolo ver posesivo. Era muy extraño, su amigo nunca se había comportado de esa forma, ni siquiera enfadado. Decidió que sería hora de hablar con él, preguntarle sobre su cambio. Quedaron en encontrarse por la noche en el lugar de siempre, y allí estaba Chika, en el claro que se había acordado como punto de reunión, esperando a que apareciera.

Pero que nunca apareció.

Notó que empezaba a llover, se acercaba una tormenta. Empezó a correr en dirección al pueblo, una extraña sensación dentro de su pecho le decía que algo no marchaba bien y que debía regresar pronto o de lo contrario iba a perder algo muy querido. No había nadie por las calles, todo estaba tranquilo quitando el estridente gruñido de los truenos. Corrió hasta el templo, subió las escaleras todo lo rápido que sus piernas le permitían y aún así, la imagen que encontró allí lo dejó paralizado como una estatua sin vida. El suelo estaba repleto de cuerpos y charcos de sangre, ahora disuelta en el agua de lluvia, todos eran gente del pueblo, eran los monjes con los que Chika había crecido. Entró rápidamente al interior, notando como el agua chorreaba por su frente y las sandalias se le escapaban, como la ropa le pesaba y la garganta le escocía. En su pecho se arremolinaban una marea de sentimientos, el miedo de encontrar a todos sus conocidos muertos, incluso a su amigo, y la esperanza de encontrarlos a todos todavía sanos y salvos mantenían una batalla campal que acabó por dejarlo sin fuerzas nada más atravesar la puerta del templo. Las palabras no quisieron salir de su garganta cuando se encontró a Through de pie, con una espada en la mano y cubierto de sangre, a sus pies habían grandes bultos negros que no supo identificar hasta que la luz de un rayo lo iluminó todo: eran el monje superior, la sacerdotisa e Isana. Se acercó todo lo rápido que pudo al cuerpo de la menor, zarandeándola levemente mientras susurraba su nombre, pero no hubo respuesta. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, volteó la cabeza para encarar a su amigo, que ahora le miraba fijamente. No pudo distinguir ningún rastro de emoción en sus ojos.

-¿¡Por que lo has hecho!?-le gritó, lleno de rabia y miedo. Through no respondió.-¡Ella te quería! Todos eran inocentes... ¿¡Por que!? ¡Respóndeme, Through!

Colocó el filo de su espada en el pecho de Chika, una mueca de horror se dibujó en el rostro de este.

-¿Q-qué piensas hacer...? Through no...

No le dio tiempo a terminar. Con un rápido movimiento atravesó el pecho de Chika, dejándole tumbado sobre un charco carmesí y siendo engullido por la fría oscuridad de la muerte.

¿Dónde estoy?

Abrió los ojos lentamente, encontrándose con ese techo que le resultaba tan familiar. Era el techo de ese templo tan querido para él. ¿Cómo había ido a parar allí? Recordó lo sucedido aquella noche y se levantó de golpe, notando un peso sobre su cuerpo, era el cuerpo de Isana. Por alguna razón, ya no le causó tanta impresión como la otra vez, era como si ya no le importase en absoluto. Apartó con delicadeza el cadáver y se levantó del suelo. Se palpó el pecho, aún estaba empapado en sangre pero ya no había rastro de ninguna herida. Se fijó en un objeto alargado que estaba clavado a pocos metros delante de él, reflejaba el resplandor del sol como si fuera él mismo el que emitiese tal brillo cegador: era la espada que Through había utilizado para matarle. Se acercó hasta la espada, era una katana de filo rojizo, su mango era de color negro y tenía una cuerda de color carmesí anudada en él. La cogió sin problemas, no resultaba muy pesada.

Salio del templo arrastrando el arma, notó un cierto olor ceniciento en el aire, pero no le importó. Todo le daba igual ahora. Bajó las escaleras escuchando el golpeteo del metal contra los escalones de piedra, al llegar al último, su rostro inexpresivo se descompuso y su cuerpo cayó de rodillas en el suelo. Todo estaba destruído, las casas estaban quemadas hasta los cimientos, los cuerpos carbonizados de la gente aún descansaban en las puertas y ventanas donde habían caído al intentar escapar de las llamas, incluso algunos cuerpos y casas seguían ardiendo un poco. Aquel chico había conseguido destruir en una sola noche todo lo que él había amado alguna vez, jamás se lo perdonaría, el odio era lo único que su corazón aceptaba en ese momento y el odio sería lo que traería de vuelta a ese malnacido para destrozar su vida con sus propias manos igual que él había hecho con la suya.

-Through... estes donde estes pienso encontrarte... ¡Te mataré, juró que te mataré! ¡MALDITO SEAS, ACABARÉ CONTIGO!

Así fue como Chika vagó años y años buscando a Through, viajó a muchos lugares buscándole con el único propósito de aniquilarlo. Su cuerpo dejó de envejecer al llegar a cierta edad, descubrió que poseía poderes nuevos y que su vida había quedado ligada a un extraño pergamino que encontró cerca del templo donde le asesinaron. Tenía todo lo que necesitaba para acabar con esa persona tan odiada. Sin embargo, los años siguieron pasando y no lo encontraba, ¿y si había muerto ya? Era un ser humano como cualquier otro, obviamente tendría que estar muerto desde hace años, no era eterno como él. Había estado guardándole rencor a un difunto. Poco a poco, ese sentimiento de odio fue disminuyendo, no siempre se le puede guardar rencor a algo que está muerto, es algo inútil. Incluso si lo hubiera matado con sus propias manos, Isana y los demás jamás volverían. El odio era inútil.

Fue entonces cuando, hace ya quinientos años, se encontró con dos niños pequeños un día de lluvia. Eran gemelos, tenían el cabello de color blanco grisáceo y sus ojos eran de colores distintos, uno de ellos tenía el derecho violeta y el izquierdo turquesa mientras que el otro al revés, el derecho turquesa y el izquierdo violeta. Uno de ellos abrazaba con fuerza a su hermano, que lo sostenía de forma sobreprotectora mientras miraba de forma amenazante a Chika, el cual les sonrió dándoles a entender que no iba a hacerles daño.

-Tranquilos, no vengo a haceros daño.-dijo manteniendo su sonrisa y ofreciéndoles su sombrilla.-Si quereis podeis cogerla para volver a casa, a mi no me molesta mojarme.

Ambos se miraron con cierta duda, no se fiaban de aquel extraño. De pronto, una voz los llamó. Era una voz masculina y grave, a Chika le resultó demasiado familiar. Los pequeños salieron corriendo hacía la persona de la que provenía la llamada y el otro giró la cabeza para ver de quien se trataba. Grande fue su sorpresa al ver de quien se trataba. La persona a la que había estado buscando hacía ya muchos años atrás, a quien había odiado con toda su alma y a la que esos niños ahora usaban de escudo para esconderse de él, Through Nigthmare, su asesino, su verdugo y, en muchos años atrás, su mejor amigo.

When you call me
ring the bell that calls the angels
our souls will meet
in the place where the demons come.
We'll meet again
in your sleep without end.

1 comentario:

  1. Tsuki se ha ido a un boys y con las prisas y el calentón se ha olvidado todos sus libros (???)
    Ok no, que mal estoy xDD
    La historia de Chika y del cabrón y sepsi Through. No recuerdo si me hablaste de Isana o no. ¿Por qué Through se los ha cargado a todos? Espero que no haya sido poseído por Pedobear ni por ningún payaso maligno o__O
    Tienes que seguir nee-san y haz un final feliz o agridulces...
    Akira: O vendré a violarte esta noche -w-
    A callar o__o -lo echa a patadas-
    Saluditos nee-san =3

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