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sábado, 12 de noviembre de 2011

Shirotenshi: Forgotten memories without you~Cap.6

Marai caminaba tranquilamente bajo la tenue luz de las farolas, sin temor a esa oscuridad que podría ocultar a cualquiera que quisiera hacerle daño sin ningún problema. Ya no era tan débil como lo fue en su momento, sabía valerse por sí misma y no necesitaba de la protección de nadie. Aunque eso no quitara que quisiera volver a sentirse protegida por "esa persona". Lo echaba muchísimo de menos, nadie era capaz de imaginarse la cantidad de dolor acumulada en su corazón desde que él se fue sin dejar rastro. ¿Por qué? Él nunca haría algo así...

Justo en ese momento, un extraño ser apareció de entre las sombras para alzarse imponente ante Marai. Era alto, con una pequeña cabeza circular sombre lo que serían los hombros y dos enormes esferas luminosas como ojos. De ese cuerpecillo salieron dos largos brazos que sostenían grandes garras como cuchillas y una grieta en forma de sonrisa se dibujó en el supuesto rostro de este. Ella trató de apartarse de la criatura pero tropezó con una lata y cayó de narices sobre el asfalto. Vio cómo se abalanzaba sobre ella velozmente hasta que fue detenida por una sombra, una misteriosa sombra más rápida todavía y que la cortó por la mitad como si fuera una finísima hoja de papel. Una nube de plumas negras inundó la calle mientras el monstruo era engullido de nuevo por la oscuridad de la que venía. Los ojos de la morena se abrieron como platos, derramando pequeñas lágrimas.

-Edelier...

Six puzzles~Credo certe ne cras

El joven había crecido bastante, aunque su aspecto había degradado un poco. Su ropa estaba sucia y con manchas de sangre aquí y allí, su cabello descuidado y muy largo y su rostro ceniciento y con una mirada distinta, más dolida, más seria. Sin saber muy bien cómo, lo llevó hasta su casa y cuando quiso darse cuenta se encontraba limpiándole la tierra de la cara con un trapo húmedo mientras él reposaba en el sillón con el pecho al descubierto, ahora vendado. No la miraba directamente, quería evitar sus ojos por alguna razón. Dejó el paño en el sofá y colocó su mano sobre la mejilla del albino, obligándole a fijarse en ella. Él la miró como siempre había hecho, con esa ternura que sólo le dedicaba a su amada, envolviéndola en un abrazo invisible y haciéndola sentir querida sin decir ni una sola palabra. Colocó su mano fría sobre la cálida de ella, rozando su piel suavemente, con tal delicadeza como si temiera que rompiese a cualquier hora. 

-Edelier... ¿por qué te fuiste?

Él volteó el rostro.

-Tuve que desaparecer temporalmente. Si no lo hacía, todos corríais peligro.

-¿Peligro? ¿Por qué?

-Controlaron mi cuerpo para que disparase a Deletier aquella noche, fue un milagro que él consiguiera salir vivo de allí. Podían hacerlo las veces que quisieran, imagínate si llego a estar con vosotros y ellos lo hacían de nuevo.

Ella bajó la mano hasta el cuello del albino y la deslizó hacia su espalda para pegarse a él y abrazarlo. Era el mismo tacto contradictorio, frío y cálido a la vez, que siempre había tocado, toda su vida, era algo muy conocido para la muchacha.

-Aún así, todos hemos sufrido mucho durante todos estos años. Nos has hecho mucha falta, Ede... 

Llevó su pálida mano a la cabeza de la chica y comenzó a acariciarle el pelo, enredando sus dedos en los mechones negros y deslizándolos con dulzura en un intento de consolarla. Él lo sabía, había estado observándola todo ese tiempo y comprendía su dolor como nadie podría hacerlo jamás. La apartó un poco para verla de frente y con una pequeña sonrisa le pidió un favor: que le cortase el pelo. Marai sonrió de oreja a oreja, eso sólo podía significar una cosa: estaba de vuelta.



El rubio abrió los ojos lentamente, comprobando que aún era de noche. Miró a su lado para coger el móvil y ver la hora, aún eran las 3 de la mañana. Volvió a dejarlo con pereza sobre la mesilla y se colocó de lado, bajando los párpados de nuevo. Maldita sea, se dijo, no daba dormido. Algo molesto se levantó, quitándose un par de mechones de pelo de la cara. Se puso una camiseta roja y un pantalón de chandal gris, hacía algo de fresco en la casa y no era tal de ir en pijama por ahí. Se acercó a la ventana para ver la calle solitaria, bajo la luz de una farola pudo distinguir una silueta fina, quebradiza, era la silueta de Less. Cargaba al cuello un collar que recordaba al que se le colocaban a las mascotas y un pequeño crucifijo que resplandecía a lo lejos, vestía una sudadera de color canela y unos pantalones cortos de tela vaquera color negro y en los pies calzaba unas botas de montaña marrón oscuro, casi negro. Le sorprendió verlo a esas horas allí, solo en la calle. Empezó a moverse en dirección a la ciudad, rápidamente Sairon se calzó unas deportivas y salió corriendo para seguirle, algo no iba bien. El moreno fue caminando con tranquilidad hasta el puente donde Sairon y Shei lo habían encontrado hace tiempo. Apoyó los brazos sobre la barandilla y bajó la mirada turquesa a las tranquilas aguas que corrían sin parar. Se acercó poco a poco a él, imitando su postura y bajando la vista como hacía el otro.

-¿Por qué has venido hasta aquí?-preguntó de pronto el rubio, sin quitar la vista del agua.

-¿Tú tampoco podías dormir, eh?-le respondió Less sonriendo.

El silencio se hizo entre los dos, aún sin borrar su sonrisa, el moreno habló otra vez.

-¿Sabes? Todavía me pregunto qué hubiera pasado si Shei y tú no hubierais parado por aquí aquel día...Incluso si nunca os hubiera conocido a todos, si Ume nunca hubiera aparecido... -hizo una pausa, dejando que el silencio actuara como otro anfitrión más de la conversación, dándole un turno y así aclarar los pensamientos antes de seguir hablando.-Nunca me gustó ser lo que soy, nadie se preocupó en preguntar por mis sentimientos y eligieron todo esto para mí.

El rubio miró a la cara a su amigo, observando que había bajado la cabeza de tal modo que el flequillo cubría sus ojos y una sonrisa triste se dibujaba en sus labios, las manos del moreno se aferraron con fuerza a la barandilla.

-Si supieras la cantidad de barbaridades asquerosas que hizo Ume para martirizarme y humillarme, quería que me dejara en paz pero por alguna razón no soy capaz de apartarme de él. Quizás sólo sea que es el único que hasta ahora había sentido como algo "cercano" y me hacía sentir protegido de alguna manera... Llegué a fingir que no me importaba que tocase mi cuerpo, pero realmente quería que parase, que dejase de mancharme de esa forma y aún así, aunque quise hacerlo, no podía gritarle porque me apartaría de su lado.

Sairon frunció el ceño y abrió la boca para hablar, pero se dio cuenta de que Less iba a seguir con su charla, sentía que debía dejar que se desahogase con él.

-Mi madre nunca me quiso, creí que Ume me daría todo el cariño que jamás me dio ella pero estaba equivocado. Pensé que Dios se había equivocado al ponerme en este mundo, que algo como yo no estaba destinado a ser querido... -el joven se llevó las manos al cuello sin ejercer mucha presión sobre él, como si describiera con gestos que había intentando suicidarse más de una vez.-... pero todo eso cambió cuando conocí a Sai-kun y a Dele. Me disteis una razón para la cual seguir vivo, me disteis un lugar en la Tierra por así decirlo.

Iba a decir otra frase más cuando rompió a llorar, al ver esta reacción Sairon colocó sus manos sobre los hombros de Less y le preguntó qué ocurría, porqué se había echado a llorar así de pronto.

-¡Less! Todo irá bien, no tienes porqué llorar. A partir de ahora todo va a ser diferente, te prometo que te protegeré, pase lo que pase, lo prometo.

El moreno colocó las manos sobre el pecho del rubio y lo apartó de él con suavidad. Dolía. Tanta amabilidad era como una dulce tortura. Nunca podría ser feliz, eso lo tenía muy claro desde hacía años, y que tanto Sairon como Shei y sus hermanos le intentaran ayudar para que pudiera serlo era doloroso. ¿Por qué? Él solo quería disfrutar de una vida normal con todos, ser como cualquier joven de su edad y tener una familia a la que querer. Pero ya no podría ser así, no desde que había perdido su verdadero nombre y había pasado a convertirse en Less. El pobre y miserable Less, al que lo único que le queda es su cuerpo sucio y un corazón inservible. Alzó la mano hasta la mejilla de su amigo y la acarició con delicadeza, como si tuviese miedo de que se rompiera con solo tocarla.

-Te agradezco que quieras protegerme, de verdad, pero... Ni siquiera tú puedes salvarme, mi querido Sai-kun, mi héroe...

Acercó su rostro al del rubio, el cual no entendía nada y sin decir ni media palabra juntó sus labios con los suyos en un suave beso. A Sairon no le dio tiempo de reaccionar o de apartarse ya que Less se apartó rápidamente y se dio la vuelta, empezando a caminar en dirección opuesta a la casa. Antes de irse, giró la cabeza para decir sus últimas palabra.

"¿Acaso te dejarías empujar a las profundidades del infierno para salvarme?"

 Se llevó la mano a los labios aún sin entender nada, ¿a dónde iba? ¿Por qué actuaba de esa manera tan extraña? ¿Por qué le había besado? Todo sonaba como si se estuviera despidiendo...




-Esme-san no está, ni Marai-chan... ¿qué debería hacer?

Deletier ladeó la cabeza, hoy todos parecían estar muy ocupados y no tenía a nadie que le acompañase a dar vueltas en la ciudad en busca de sus viejos recuerdos. A lo mejor Dante estaba libre. Marcó su número, esperando a que contestara. Una señal. Dos señales. A la tercera, atendió. Parecía algo molesto, lo notó en su tono de voz, pero eso no quitó que actuara como hacía siempre.

-¡Dante-san! Soy yo, Dele.

-Ya lo noté, baka-usagi. Dime, ¿qué querías? No estarás en apuros otra vez, ¿no?

-En absoluto, solo quería preguntarte si hoy estabas ocupado. Tranquilo, no creo que vuelvan a aparecer tipos raros como la última vez.

-Aún me sigo preguntando qué querría ese tipo...

-En fin, ¿estas ocupado si o no?

-Puede, ¿para qué quieres saberlo?

-Tengo que ir a dar una vuelta a la ciudad para ver si soy capaz de recordar algo nuevo, pero no puedo ir solo por si me meto por si me pierdo. Normalmente me acompañan Esme-san o Marai-chan pero no están ninguna de las dos, asi que pensé que igual Dante-san me podía acompañar... seguro que tú sabes orientarte mejor que yo y si me conoces sabrás algunos lugares donde pueda recordar algo. Además... así podemos pasar un rato juntos como antes, a lo mejor así puedo recordarte...

-Uhm... Ya veré que puedo hacer.

El albino sonrió de oreja a oreja.

-¿Eso es un sí? ¡Qué bien! Te espero donde siempre, ¡hasta luego Dante-san!

-¡Oi, espera! ¡Qué no te he dicho ni si ni no! ¡No te garantizo que v-!

Y colgó. Dio un par de saltitos mientras soltaba un chillido propio de una quinceañera más que de un chico de veinticinco añazos, hecho y derecho. Se guardó el teléfono en el bolsillo y cogió sus llaves, se puso la chaqueta y salió al exterior. Se sentía muy feliz porque su amigo lo acompañaría, pero, ¿tan pequeño detalle debía significar tanto? También podía aprovechar para comprarle algo a Esme, el otro tenía toda la pinta de haber estado con algunas chicas antes o de que sabía algo sobre ellas. Le podía pedir consejo, eso es lo que hacían los amigos ¿no? Y con un poco de suerte igual recordaba algo sobre ellos anterior a aquella noche. ¡Todo eso sonaba tan emocionante! Se sentía como si nunca hubiera pasado nada y todo fuera normal, sin historias tristes de por medio.



-¡Eh, conejuso, no me dejes a medias!-le gritaba el moreno al teléfono como si el peliblanco pudiera escucharle.-Bah, colgó... En fin, habrá que ir.

Guardó el teléfono y se metió las manos en los bolsillos. Por una parte no le apetecía mucho acompañarlo, sentía como si él fuera la segunda opción o algo similar, pero por otra parte no quería dejarlo solo. Soltó un suspiro fastidioso, qué dilema se dijo. En el fondo se alegraba de volver a encontrarse con él, aunque fuera ya tarde. Aún seguía molesto con él por no haberlo recogido, sí, pero podía "perdonárselo" por haber pasado todos estos años sin recuerdos por culpa de quien fuera el que lo atacó. Miró hacia arriba, "parece que va a llover" pensó.

Sin ser capaz de prevenirlo, una extraña presencia se le acercó por detrás y lo rodeó con los brazos en un asfixiante abrazo, colocando un pañuelo blanco húmero sobre su cara. Forcejeó todo lo que pudo pero no tardó en sucumbir a un repentino sueño que lo azotó de golpe. Se desplomó como un peso muerto, como un muñeco sin batería, como algo inerte. Con gran esfuerzo, la extraña silueta lo arrastró lejos de allí, llevándoselo al sitio donde le habían ordenado que lo dejara. El trabajo ya estaba hecho.



Casi iba dando saltos en vez de pasos de lo contento que estaba, tarareaba una canción de la cual no recordaba el título pero que era la única que se sabía, como un recuerdo diminuto que aún resistía dentro de su pequeña cabecita. Se paró en seco cuando llegó a la esquina donde siempre lo esperaba, aquella que daba a un cruce de calles y que quedaba cerca de la librería donde alguna vez había ido a comprar el periódico o alguna revista para las chicas. Se quedó allí quieto, tieso, sin moverse ni un milímetro, como si fuese una estatua en la espera de su amigo. Se dio cuenta de que comenzaba a tardar demasiado, miró su reloj, ya le había esperado casi veinte minutos y él no había llegado. Igual sí era verdad que estaba ocupado, a lo mejor lo había pillado en la otra punta de la ciudad y tenía que ir andando hasta allí, lo cual llevaba bastante tiempo. Siguió esperándole, así hasta que pasaron quince minutos más, luego media hora más, una hora, dos horas, tres horas y media. Empezó a llover pero él se quedó en su sitio como si lo hubieran clavado a la tierra, hacía frío y ya la vista se le empañaba, ni siquiera era capaz de ver el reloj para saber cuánto más seguía esperándole. Aún así, él siguió en su posición. Sacó un pequeño estuche de su bolsillo, antes de ir a aquel lugar se había parado para comprarle algo a Esme, si conseguía volver antes de morir de viejo plantado en esa calle sin duda iba a dárselo y a decirle todo eso que tanto ansiaba confesarle. Quería darle las gracias también, al fin y al cabo ella siempre le dedicó su amabilidad de esa forma tan especial aunque no lo conociera prácticamente de nada, era una buena persona, demasiado buena se dijo.De repente, un hombre chocó contra él e hizo que tirase al suelo el estuchito, haciendo que este se abriera de par en par y su contenido rodase por el suelo. Dos pequeñas rosas, una de cristal transparente y la otra de color rojo, ahora tiradas sobre el oscuro asfalto. Las recogió con prisa y comprobó que estaban bien. Una de ellas se había roto un poco, genial. Las volvió a meter en su sitio y lo guardó todo en su bolsillo, dispuesto a seguir en su ardúa tarea de esperar.

Mientras aguardaba la llegada del pelinegro varios recuerdos vinieron a su cabeza, en uno de ellos él era un niño pequeño y una mujer adulta de larguísimo cabello negro, vestida con un atuendo algo fúnebre a su parecer y piel blanca que resaltaba sobre todo lo anterior, le acariciaba la cabeza con dulzura y le daba un beso en el párpado y otro en la frente. "Volveré" le dijo y se dio la vuelta, dejándolo en manos de una señora que no conocía. Pasaron días y él siguió esperando a que volvieran a por él, recordaba estar mirando desde la ventana de su habitación y que una chica se le acercara para preguntarle qué hacía. Él sólo respondió: "estoy esperando a mamá, dijo que volvería a por mí" y siguió a lo suyo, la otra lo miró con lástima y siguio con su trabajo. Él la esperó años, pero ella no volvió a aparecerse por el lugar. Entonces, lo comprendió. Ella no iba a volver, al igual que Dante. Él nunca iba a ir.

Se dio cuenta de que había anochecido. Clavó su mirada perdida en el cielo sin decir nada, aún llovía, él estaba calado hasta los huesos, empapado, solo, temblando. Oyó unos pasos a su lado, lo miró por el rabillo del ojo sin cambiar su semblante inexpresivo.

-Less-nii-san...-murmuró con voz neutra, casi en un susurro que el viento se llevó.

Su hermano no dijo nada. Sujetaba un paraguas magenta con la mirada clavada en el suelo, a su espalda se encontraba Ume, que también llevaba un paraguas negro en las manos. El rostro del mayor iba adornado con una sonrisa triunfal.

-Vaya vaya... creo que te han dejado tirado, pequeño. Yo diría que tu amigo no vendrá.

-Dante-san vendrá... confío en él.-le cortó tajante Deletier.

-Yo no estaría tan seguro, tu madre también te dijo que vendría a por tí pero... ¿lo hizo?

Deletier no dijo nada al respecto, sus ojos se abrieron como platos en una especie de mueca falsa de sorpresa. No se sentía capaz ni de articular decentemente una expresión.

-Pobre conejito, tan solitario, todo el mundo te abandona. Tu mami, tu querida Mitsuka, tus hermanos y ahora tu mejor y único amigo. -enumeró el mayor de pelo castaño claro con un fingido tono de lástima algo infantil.- Todos merecen ser castigados, ¿no creen? Te han destrozado por dentro, han pisoteado tu corazón de una forma taaaan amarga... Incluso tu amado hermano, Edelier. Él es el que peor se ha portado contigo, te ha pateado, golpeado, roto los dedos y te ha disparado, él fue quien te robó los recuerdos, Deletier.

Los ojos violetas del menor se abrieron todo lo que podían. Se llevó las manos a la cabeza y se agarró del pelo con fuerza, como si en cualquier momento fuera a dar un gran tirón para arrancárselo completamente.

-Mientes... eso es mentira...

-Es la pura verdad. Pobrecillo, debes de sentirte tan mal... Pero chico, yo sé una manera para que dejes de sentirte así.

Levantó la cabeza y agudizó el oído para oirle mejor, al principio le pareció algo tan absurdo que empezó a cuestionarse si aquel hombre aún conservaba sus tornillos pero poco a poco fue pensando que igual no era algo tan disparatado. Ume le avisó que tenía dos días para pensárselo, que vendrían a buscarle cuando estuviera listo. Y se marchó junto a Less. Deletier se quedó pensativo, si aceptaba... ¿qué pasaría? Seguramente nadie se daría cuenta de su ausencia...

Después del asunto, fue directo a casa como un autómata. Se quedó sentado en el pasillo, aovillado y sumido en sus pensamientos. Ni siquiera se secó o se cambio de ropa, poco le importaba ya si enfermaba o no. Nunca recordaría a su antiguo yo, además, seguramente sería alguien fastidioso e insoportable. Sino, sus hermanos no se habrían apartado de él, sus amigos se hubieran dado cuenta del momento que perdió la memoria y nunca habría despertado solo. Nadie tendría que enfadarse porque no le recordaba si su propio hermano no le hubiera disparado, era culpa suya. Que se hubiera quedado solo era todo culpa de Edelier. Que su madre lo abandonara era culpa de Edelier. Su vida se había ido al garete por culpa de Edelier. Estaba claro, si lo veia de nuevo lo primero que iba a ser era pegarle un tiro. Sin duda lo haría. De tanto pensar en el asunto, ni siquiera se percató que Esme había entrado. Al verlo en esa posición, la chica empezó a preocuparse y se acercó a él. Tocó su hombro pero este no reaccionó, se sentó a su lado sin quitar la mano de él.

-¿Qué te ocurre Dele-kun?-le preguntó, realmente sin esperar respuesta alguna.

-Quiero desaparecer, Esme...-le respondió al cabo de unos minutos.

-No digas eso Dele-kun. ¿Por que querrías desaparecer?-estaba realmente preocupada por el chico, podía notársele en la voz.

-Sólo estorbo... nadie quiere a una molestia... incluso ahora te estoy preocupando...

La morena lo miró con tristeza y procedió a rodearle con los brazos, abrazándole contra su pecho como si fuera una madre consolando a su hijo. Él se aferró a ella como si fuera lo único que le quedaba, era la única persona en la que realmente podía confiar. Era cierto, ella siempre estuvo con él. Por eso la quería, porque era la única persona que era sincera con él, siempre lo cuidó y nunca le molestó que hubiera perdido sus recuerdos. Le trataba con cariño y se preocupaba por él, ¿qué más podía pedir? Empezó a sentirse egoísta por pensar de esa manera, igual estaba centrándose demasiado en sí mismo y no pensaba como se sentían los demás. No siempre podría ser el centro del universo, se dijo, algún día tendría que ver por los otros.A Dante le había dolido que él no volviera, a lo mejor le pasó algo y por eso no fue a verle, no sería capaz de dejarlo tirado así como así. Aunque... a lo mejor seguía resentido y lo había hecho para que supiera lo que se sentía... ¡No! Él no era así o eso creía él... ¿cómo podía saberlo? Algo en su interior le decía que eso era imposible, pero por alguna razón no podía quitárselo de la cabeza. Tal vez Ume tenía razón, él debía saber algo...

Estuvo toda la tarde con Esme hasta que esta se quedó dormida sobre su hombro. La dejó sobre el sofá y la cubrió con una manta, le besó la frente, cogió sus llaves y se marchó. Necesitaba saberlo y el único que parecía tener respuestas era aquel hombre. Se llevó una sorpresa al encontrarse a Less delante de la puerta del edificio. Aún llovía, por lo que se refugiaba bajo un paraguas, ¿cuánto llevaría allí esperando?

-¿Qué haces aquí?-le preguntó, confuso.

-Ume me dijo que te buscara...

-Lo he pensado y me parece que aún no me fío de vosotros dos... ¿Por qué debería haceros caso? A lo mejor también me hareís lo mismo...

-¡No lo hagas!-exclamó una voz a lo lejos.

Era Edelier, que venía pisando fuerte, enfurecido. El gemelo mayor abrió los ojos como platos, ¿qué hacía él allí? Se suponía que estaba desaparecido, que había huído después de hacerle tanto daño, no tendría que estar en ese lugar en ese preciso momento. Less frunció el ceño y apretó el agarre al paraguas, rápidamente lo cerró y se colocó detrás de Deletier.

-No te fíes de ellos, no traman nada bueno. Aunque Less sea nuestro hermano es de tan mala calaña como Ume, se ha rebajado a su nivel o peor, a uno todavía más lastimero. ¡Es su perro faldero, su lameculos personal, un maldito cobarde que se acobija bajo sus faldas! Apártate de él ahora mismo.

-No tengo porqué obedecerte, Ede.

Esas palabras tomaron por sorpresa al gemelo menor, que abrió mucho los ojos y su aliento se cortó.

-Tú me robaste mis recuerdos... y te marchaste. No tuviste el suficiente valor para verme la cara después de eso... ¿verdad? No eres el más indicado para hablar de cobardes... De todas formas, no sé si ir o no todavía.

-No puedes hacer nada, hermano.-dijo Less pasando los brazos por el cuello de Deletier para rodearlo en un abrazo y aprovechar que giraba la cabeza para plantarle un beso con lengua. Cuando el menor quiso apartarse, su abrazo no lo dejó.-No está entre tus posibilidades que tú o él podais saliros de esto de rositas, todos estamos hasta el cuello y no puedes evitarlo.

Con un rápido movimiento el moreno se separó de su hermano pequeño y pegó a su cuerpo una pequeña arma de electroshock, provocando que el otro cayera inconsciente al suelo. Edelier iba a acercarse, iba a golpear al otro hasta que quedase irreconocible, ese maldito malnacido iba a saber lo que era bueno pero algo lo detuvo, una presencia a su espalda lo agarró fuertemente y con el mismo métodoq ue utilizó Less lo dejó inconsciente en menos de un segundo. El plan iba sobre ruedas hasta aquel momento, nada podía ser mejor.




Cuando Deletier abrió los ojos se encontraba en un lugar completamente distinto, era una habitación pequeña y algo oscura, algo silenciosa de más y solo tenía una pequeña ventana algo astillada. Se dio cuenta que su hermano estaba a su lado y ambos estaban sentados en un par de sillas, atados fuertemente a ellas. La puerta estaba cerrada, un fino hilo de luz se asomaba por debajo de ella. Se oyeron pasos y una sombra apareció en medio del halo de luz, cuando se abrió la entrada las lámparas lo cegaron por un momento. Si no fuera por la voz, no habría podido deducir que se trataba de su hermano Less.

-¿Disfrutas de la estancia, hermanito?-le preguntó con un poco de burla.

Sus ojos se fueron acostumbrando y poco a poco distinguieron su figura delgada, vestido siempre de esa forma que Ume le obligaba. Lo poco que recordaba de él era igual que lo que estaba viendo, esa ropa tan escotada que a cualquiera persona normal le daría vergüenza llevar. Llevaba una manzana mordida en la mano y en el cuello un collarín rojo, como el de una mascota.

-Ede tenía razón, solo eres su mascota... mejor dicho, eres igual a él.

-¿Qué esperabas? Llevo toda la vida bajo su sombra, siendo pisoteado y humillado, no puedo rebelarme contra él. Aunque no me guste, debo hacerlo, debo convertirme en algo como él, porque yo soy él. -Le dio un mordisco a la fruta y se acercó más a él, se agachó para mirarle de frente.- ¿Acaso sabes lo que se siente al ser tocado por alguien que no amas o por personas que ni conoces, ser mancillado y humillado durante toda tu vida y el no poder realizarte como persona, obligarte a ti mismo a quedarte sin la posibilidad de cumplir tus sueños por culpa de un tirano?

-No lo sé, pero no es mi culpa, es tuya por no saber hacerle frente, solo te dedicas a quejarte de lo que te hacen.

-No eres el más indicado para hablar, conejo egoísta.

Ambos se quedaron callados, esas palabras habían dolido. Less desvió la mirada a un rincón situado detrás de las sillas, estaba completamente serio.

-Esta fue la primera casa donde viví con Ume, cuando era pequeño y yo dormía aquí. Justo donde estás ahora estaba la cama donde pasé a ser "Less". Recuerdo que desde pequeño cada vez que me gritaban me refugiaba en una esquina, a la espera que me dejaran en paz y que aquella noche no me despegué de ese rincón ni un solo momento, esperando que Ume no volviese otra vez. Siempre pensé que tú serías el que me devolvería mi verdadero nombre, pero como todos, también me llamas Less. Nadie se interesa por ver al verdadero yo, solo ven a lo que queda de él, al resto de lo que fue.

Se levantó y se metió las manos en los bolsillos, luego las sacó y se sentó sobre las piernas de su hermano, rodeándole el cuello y apoyando la cabeza sobre su hombro. Entonces empezó a murmurarle por lo bajo, con un tono de voz completamente distinto al que había estado usando hasta ahora, más triste y compasivo.

-Hay cámaras grabando, perdona que haya actuado así. Abre las manos, dejaré caer algo para que puedas liberarte, cuando me vaya aprovecha y vete de aquí con Edelier, yo me haré cargo de Ume.

Le mordió la oreja con suavidad mientras dejaba caer sobre las manos del otro una pequeña navaja. Se apartó de él y sonrió con tristeza para después marcharse, sin duda no conocía del todo a su hermano. Aún seguía siendo un misterio para él.



Ambos hermanos estuvieron dando vueltas por una serie de pasillos, teminedo encontrarse con aquel que los había llevado hasta allí. Después de que el hermano mayor los ayudase a escapar no lo habían vuelto a ver y ahora al gemelo mayor le reconcomía la conciencia, ¿qué le habría pasado? Llegaron a la salida, una enorme puerta de madera maciza les esperaba. Edelier la abrió de un golpe, las bisagras estaban oxidadas y costaba mucho abrirla. Se encontraron con un gran patio de tierra y arena al lado de un río y un montón de árboles que escondían una carretera, la ciudad podía distinguirse sobre las copas. Bajaron las escaleras corriendo y se disponían a seguir el camino de asfalto hasta que una voz los paralizó, era él. Se giraron en redondo para ver como el hombre de cabello castaño claro se les acercaba. Edelier iba a sacar su guadaña pero sus fuerzas no le alcanzaron, ¿qué les había hecho?

-Gracias a vuestro querido hermano he podido desarrollar una droga que inhibe vuestros "poderes", si puede llamarse de alguna forma. Estais atrapados, mis pequeños ratones asustadizos.

-No te creas que te dejaré salirte con la suya.-interrumpió otra voz familiar.

Allá venía subiendo la carretera una figura alta y delgada, de cabellos blancos y una peculiar cola de pantera, iba acompañado de un joven de cabello azul oscuro. En el rostro de los gemelos se dibujó una enorme sonrisa, era Tsukisoice y venía a ayudarlos.

-No dejaré que acabes con ellos igual que hiciste con Chika y mi hermano, Ume. O debería decirte... ¡Through Nightmare!

En los labios del moreno se dibujó una enorme sonrisa gatuna que le puso los pelos de punta a Deletier. Su cabello comenzó a oscurecerse y sus ojos se tornaron ambarinos. Unos hombres aparecieron a su lado y agarraron a los gemelos y al acompañante de Tsukisoice, dejándolos a los otros dos frente a frente.

-¡Soltadme de una vez! ¡Tsuki!-exclamaba el peliazul.

-Tranquilo Lun, no te preocupes por mí. Es mi momento, el momento de vengarlos a todos, estaré bien.

Lunrey se fijó que las uñas del otro se alargaron lo suficiente como para convertirse en garras y la mirada de este había cambiado a una más felina, menos humana. Rápidamente se lanzó a arañarle el cuello a su enemigo que de un manotazo lo apartó, pegándole la cabeza contra el suelo. Through lo agarró por el cuello y alzó la otra mano, por la que salió el filo de una espada, como si dentro de su carne guardase un arma a la espera de ser usada. Casi le atraviesa la cara de no haberlo apartado de una patada en el estómago y otra en el costado. Se levantó del suelo e hizo aparecer un báculo plateado con un extremo acabado en un aro del mismo material del que colgaban cintas blancas, algún aro menor también de plata y diminutas campanitas transparentes mientras que en el otro extremo llevaba incrustado un pequeño fragmento de lo que parecía ser una amatista. Ambos se colocaron en posición de ataque, dispuestos a lanzarse el uno sobre el otro. El albino hizo aparecer unas flechas de cristal que salieron disparadas hacia el moreno, pero este las destruyó nada más estuvieron a cinco centímetros de distancia y se acercó corriendo para asestarle un corte, por suerte pudo pararlo con el báculo a tiempo y lo apartó de un solo empujón. Lo golpeó en la cara con todas sus fuerzas y ayuda del pesado objeto de metal, lanzándolo a varios pasos por delante de él. Through cayó en el suelo de bruces pero no tardó en levantarse de nuevo, relamiéndose para saborear la sangre que brotaba de la comisura de sus labios. Crujió el cuello y volvió acercarse lentamente a él, todos los ataques que le lanzó los fue parando hasta quedarse justo delante del chico-pantera. Le quitó el báculo y lo lanzó a varios metros de distancia, Tsukisoice lo miró con una mezcla de terror y odio, volvió a lanzarse para arañarlo pero lo agarró del cuello nada más saltar.

-Tsuki, Tsuki, Tsuki... podrías haber sido un chico ejemplar, haber sido un alumno estupendo, pero perdiste la cabeza y ya no atendías a razones.

-Maldito, mataste a Chika y a Tsehde, no te lo perdonaré jamás.

-Tenía que hacerlo, si no lo hacía tarde o temprano acabaríais por traicionarnos, como siempre ha pasado.

-No, eso es mentira, tu los matastes para que no se interpusieran en tu plan, ¡lo se perfectamente!-le gritó intentado apartarlo de sí.

-El que se equivoca eres tú. Sabes perfectamente a lo que me refiero, desde hace años que lo sabes. Él y yo estamos destinados a unirnos para ser el nuevo "Dios", somos la misma persona y debemos juntarnos, pero siempre hay alguien que nos lo impide, nos traiciona y ya estoy harto. Llevo siglos y siglos luchando para protegerle y siempre apareceis vosotros dos, con distintos nombres pero siempre lo evitais. En la última reencarnación llegasteis a matar a vuestro propio maestro, ¡eso fue el colmo!

Aumentó la fuerza con la que agarraba el cuello de Tsukisoice, que intentaba apartarlo como podía. De pronto lo estampó contra el suelo y comenzó a patearlo, centrándose más en el estómago.

-Cree a esos malditos Doppelgangers para ver si podía usarlos en lugar de a esos dos críos que tanto proteges pero fueron inútiles, así que los usé para bajar a los genuinos, funcionó, pero Less se negaba a colaborar, por lo que tuve que darle un escarmiento. Para que no volviera a suceder tuve que dormirlo todos estos años pero dio la casualidad que Edelier había desaparecido de la faz de la Tierra hasta ahora.

-¿Y por que me lo cuentas todo? Te crees el típico malo de las pelis que cuenta su plan malévolo de destrucción del universo mientras lucha, ¿eh?-se burló Tsuki entre patada y patada.

Dejó de patearlo y lo miró a los ojos ya bastante harto de ese comportamiento. Se sentó sobre su aprendiz y le cogió el rostro por las mejillas, obligándole a mirarlo fijamente.

-No me toques, desgraciado.

-Realmente tu intromision lo ha jodido todo, ¿no ves que les has amargado la vida a estos pobres niños con esas endemoniadas historias que escribes en ese libro? Tú has creado una trama demasiado rebuscada para jugar a ser Dios, pero solo eres un pobre muchachito encerrado en sus fantasías.-le murmuró con tono áspero y frío, provocándole escalofríos al albino.- ¿Y si en vez de ser Less el loco lo eres tú? ¿Y si todo esto que estas soñando... es solo una fantasía y realmente estás encerrado en un psiquiátrico, imaginandolo todo?

Por la mente de Tsuki se cruzaron varias imágenes difusas, una marea de recuerdos falsos y confusos. Una habitación blanca, dolor de cabeza, sabor metálico, olor a muerte y locura, presión, un cuerpo incapaz de moverse. Era como vivir una pesadilla, o mejor dicho, haberla vivido en algún momento de su vida. Se vio a sí mismo siendo atado a una cama, siendo tratado como un loco en un psiquiátrico, tragando y regurgitando pastillas de todos los colores habidos y por haber. Incluso vio a su hermano y a su maestro como enfermeros que cargaban jeringuillas y tranquilizantes, vio a Edelier y a Deletier preparándolo para una lobotomía. Todo era demasiado real, quería gritar que todo aquello terminase, queria apartarlo de su mente, que finalizase, exclamar... ¡Basta!

-¡Detente! Ya es suficiente... ¡ya es suficiente!

Volvió al mundo real, los ojos anaranjados seguían clavados en su pupila marcando con fuego todo el dolor que había tenido que sufrir todo ese tiempo.

-Oh pero que tenemos aquí...-dijo de pronto Through, bajando la vista al pecho del otro.

Metio la mano dentro del abrigo, palpándole el pecho en busca de algo que no tardó en encontrar. Era ese libro que siempre llevaba pegado al corazón, lo único que le quedaba de su pasado intacto, el Index de su madre. El mayor se levantó con el objeto entre las manos, Tsuki intentó detenerlo pero no cambió el resultado. Empezó a arrancar hojas, a romperas y a pisotearlas. Sus recuerdos, sus sentimientos, sus cosas más preciadas, todo estaba desapareciendo ante sus ojos. Todo lo que una vez amó se estaba haciendo añicos.Ni siquiera oyó a Lunrey gritar su nombre o vio al otro acercarse con el filo de la espada amenazando con atravesarle, no sintió el dolor del metal clavándose en su carne, ya nada le importaba. En apenas unos segundos ya se encontraba tirado en el suelo sangrando, si pudo emitir un grito cuando le introdujo la mano en el estómago fue un milagro. El castaño se apartó de él al cabo de un rato de andar rebuscando entre sus órganos para encontrar finalmente la esfera que hace años se tragó y se había fusionado con él. El peliazul consiguió liberarse del agarre de los secuaces del otro para acercarse hasta Tsuki, intentando no mirar la herida de su estómago.

-¡Tsuki! ¡Por favor Tsuki, di algo! Dios mío, es mucha sangre... ¡Tsuki!

Notó como el peso del chico iba disminuyendo entre sus manos, su piel, su cabello, su ropa... todo estaba desapareciendo, convirtiéndose en tierra. Intentó zarandearle para que reaccionara en el último momento, para que se regenerase como siempre solía hacer o usara su magia para curarse, pero no hizo nada. Debilmente alzó una de sus manos y la acercó a la mejilla de Lunrey para que le mirase a la cara.

-No mires... ahí... no quiero... que tengas... este recuerdo mío... cómo el último...

-No va a ser el último, ¡me prometiste que te quedarías conmigo! Me lo prometiste... así que no te vayas... aún nos quedan muchos recuerdos juntos...

-Lo siento... no he podido cumplir mi promesa...¿Sabes? Cuando estaba contigo... a veces sentía... que podía olvidarme de nii-san... tu eres... alguien muy importante para mí... y aunque yo no este... quiero que sigas vivo... porque yo... te amo... y tu eres... mi alma... donde tú estes... yo iré contigo...

Acercó con sus últimas fuerzas el rostro al de Lunrey y le dio un beso en la boca, un beso que duró segundos pero que perduró mucho tiempo en los labios del peliazul. El cuerpo del chico pantera cayó inerte pero él se esforzó por mantener la mano del albino en su mejilla, agarrándola con fuerza antes de que se deshiciera en polvo. Lo único que quedó a salvo fue el collar que había guardado desde niño, que ahora llevaba una piedra de cuarzo y una amatista, lo agarró y lo apretó contra su pecho mientras trataba de impedir que las lágrimas brotaran por sus ojos. Se giró lleno de rabia, dispuesto a lanzarse contra Through pero este le tocó la frente antes de que pudiera reaccionar, haciendo que cayera inconsciente al suelo. Deletier observó la escena horrorizado, todo estaba perdido para ellos.


When you call me
ring the bell that calls the angels
our souls will meet
in the place where the demons come.
We'll meet again
in your sleep without end.


1 comentario:

  1. TSUKIIIIIIIIIIIIIIIIIII ;O;
    Esto no puede acabar así, me superas en el sentido de trollear a los personajes Dx
    Espero que sigas el fic y que tenga un final feliz o tus niños te denunciarán a la Sociedad Protectora de Personajes Anónimos Maltratados (?)
    No sé que más decir, no tengo inspi Dx

    Saludos :3

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